Carga, problemas y retos de las personas cuidadoras
El 34,96% de las personas cuidadoras en España padece problemas relacionados con la salud como consecuencia del cuidado prestado, casi el 65% consideran que su vida social se ve deteriorada, y el 42% considera tener problemas en su entorno profesional. Ser mujer cuidadora, cuidar a una persona con un grado de dependencia elevado, tener estudios superiores, realizar tareas de cuidado ingratas, entre otras, son algunas de las características asociadas a una mayor carga soportada.
En post anteriores, se habló sobre la importancia de valorar (tanto en términos económicos como no económicos) el tiempo invertido en los cuidados a personas con limitaciones en su autonomía, ya que dicho recurso - el “tiempo”- es considerado como el recurso más preciado y valioso por la sociedad en su conjunto. De este modo, el tiempo puede ser valorado monetariamente, cuantificando su coste (tema al que ya se dedicó un post anterior), pero también este puede ser valorado de una forma no monetaria, a través de la carga que pueden llegar a soportar las personas cuidadoras como consecuencia del cuidado brindado (impacto no económico). En este post, nos centraremos en esta última parte, describiendo qué carga soportan y cuáles son los principales retos a los que se enfrentan las personas cuidadoras en nuestro país.
En primer lugar, conviene que el lector sepa qué se entiende por carga del cuidado. El concepto de carga del cuidado prestado a una persona con limitaciones en su autonomía hace referencia a las repercusiones negativas que supone cuidar a una persona con cierto grado de dependencia, es decir, a la dificultad persistente de cuidar y los problemas físicos, psicológicos, emocionales, así como laborales y financieros que pueden estar experimentando o ser experimentados por personas que cuidan a un miembro de su entorno afectivo. En este sentido, existen diferentes instrumentos de medida que analizan la carga soportada por las personas cuidadoras.
Una primera forma de aproximarnos a la cuestión sería mediante la enumeración y descripción de los problemas (aplicados a diferentes ámbitos) soportados como consecuencias de los cuidados prestados. Así, según los datos publicados en la Encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Dependencia-EDAD correspondientes al año 2008 (último año disponible), el 35% de las personas cuidadoras en España padece problemas relacionados con la salud como consecuencia del cuidado prestado. Más concretamente, el cansancio es el problema de salud más frecuente (con el 51% de los cuidadores admitiendo sentirse cansado), seguido de la depresión (31%), necesidad de someterse a algún tipo de tratamiento (16%) y padecer otros problemas de salud (casi 10%). Por su parte, casi el 65% de las personas cuidadoras consideran que su vida social se ve deteriorada como consecuencia del cuidado prestado. Así, tener que reducir el tiempo libre es el problema social más frecuentemente sufrido (el 50% de los cuidadores lo reconoce), seguido de no poder tener vacaciones (38%), no poder ver a sus amigos (35%) y no tener tiempo para cuidar de sí mismo (30%). Finalmente, entre los cuidadores menores de 65 años, casi el 42% considera tener problemas en su entorno profesional, donde el 23% no puede plantearse trabajar fuera del hogar, el 16% tiene problemas económicos, el 12% abandona su trabajo, el 12% nota un deterioro en su vida laboral, el 10% suele tener problemas para atenerse a sus horarios de trabajo y el 9% se ve obligado a reducir su jornada laboral.
Un factor clave que determina el porcentaje de personas cuidadoras que padecen algún tipo de problemas de los anteriormente descritos, es el grado de dependencia de la persona cuidada. Así, casi el 39% de las personas que cuidan a grandes dependientes reconocen tener algún tipo de problema de salud como consecuencia de los cuidados prestados, frente al 20% de los cuidadores de personas con un grado de dependencia leve. Esta diferencia es aún más llamativa en el caso de los problemas sociales, como son tener problemas con la pareja o no disponer de tiempo para ellos mismo, donde el 45% y el 39%, respectivamente, de los cuidadores de grandes dependientes reconocen tener problemas de esta índole, frente al 23% y 21% en el caso de los cuidadores de personas con dependencia leve. Finalmente, en torno al 37% de los cuidadores de grandes dependientes ha tenido que abandonar su puesto de trabajo para prestar cuidado, frente al 21% de los cuidadores de no dependientes.
Otro instrumento de medida comúnmente empleado para analizar la carga que soportan las personas cuidadoras es la escala de Zarit. Esta escala es un test psicológico que se utiliza para medir el nivel de consciencia y percepción de los cuidadores respecto a las áreas de su vida que se ven afectadas debido a los cuidados que prestan. Así, empleando datos sobre un reciente estudio realizado en dos provincias en España (Granada y Guipúzcoa), los principales determinantes que influyen en la sobrecarga de las personas cuidadoras resultan ser: el sexo de la persona cuidadora (las mujeres cuidadoras tienen una mayor carga en comparación con los hombres cuidadores); el nivel de educación (cuanto mayor es el nivel de educación de la persona cuidadora, mayor es la carga soportada); el estado de salud de la persona cuidada (cuanto mayor es el nivel de dependencia, mayor es la carga soportada por el cuidador); la realización de tareas ingratas en el cuidado (tales como el cambio de pañales y/o aseo personal); disponer de apoyo social (a mayor apoyo social, menor es la carga soportada); y el número de años que se lleva prestando cuidados (cuanto mayor es el tiempo que se lleva prestado el cuidado, mayor es la carga soportada).
En definitiva, son muchos los retos a los que se enfrentan las personas cuidadoras no profesionales (familiares) de dependientes, destacando fundamentalmente, la falta de tiempo para sí mismas y la conciliación familiar y laboral. Esta falta de tiempo puede derivar en sobrecarga mental y/o física, desencadenando así en numerosos problemas como los anteriores mencionados. No obstante, la literatura científica muestra que el cuidado prestado a un familiar no únicamente conlleva a repercusiones negativas sobre la persona cuidadora (tales como los que se han mostrado en este post), sino que también en determinadas circunstancias, puede desencadenar cierta satisfacción y aspectos positivos. De ello, hablaremos en un futuro post.
(*) Juan Oliva, Luz Mª Peña Longobardo y Raúl del Pozo Rubio son profesores del Departamento de Análisis Económico y Finanzas de la Universidad de Castilla La Mancha. Su actividad científica está centrada en la economía y gestión de la salud, con especial interés en el impacto económico de las enfermedades, el uso de la evaluación económica aplicada a la toma de decisiones Y el análisis de los cuidados de larga duración.
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