Cuidado profesional y cuidado familiar: ¿complementarios o sustitutivos?
En este post planteamos si el cuidado profesional complementa o sustituye al cuidado informal o familiar en el cuidado de personas con limitaciones en su autonomía. Las circunstancias personales, familiares, la disponibilidad de servicios y el tipo de tareas a desempeñar determinar la relación entre el cuidado formal y el informal, si bien la literatura existente parece decantarse, con matices, por la hipótesis de la sustituibilidad.
La tendencia de avance hacia modelos de cuidados de responsabilidad compartida podría modificar dichos resultados en los próximos años.
Coloquialmente nos referimos a bienes o servicios complementarios cuando la utilidad o bienestar que nos proporciona uno de ellos se ve incrementada por la presencia o uso de otro. Los ejemplos de ellos son inagotables: el café con la leche, el coche y la gasolina, la lectura y el silencio… Por el contrario, cuando pensamos en bienes o servicios sustitutivos nos remitimos a aquellos que cumplen con una misma función y, por tanto, utilizamos uno u otro: transporte privado o colectivo, café o té, teatro o cine, …
En el campo de los cuidados a personas con limitaciones en su autonomía, una línea de investigación muy relevante, por su gran importancia en el diseño de políticas públicas y de decisiones en el seno familiar, es si los cuidados profesionales son complementarios o sustitutivos de los cuidados informales.
Existen diferentes hipótesis y modelos para explicar la relación entre ambos cuidados. Según el llamado “modelo compensatorio”, las personas cuidadoras no profesionales recurren a los servicios profesionales como último recurso, una vez sus fuerzas o sus capacidades se han visto superadas y han agotado otras posibilidades. Por su parte, el “modelo de efecto de sustitución” apoya la idea de que la atención informal y formal son bienes sustitutivos en la mayoría de los casos. Su antítesis, el “modelo complementario” propone que la atención profesional apoya a la atención informal, sin reemplazarla realmente. Por no alargar mucho más la lista, los “modelos de tareas específicas” señalan que la naturaleza de la tarea de cuidado determina el tipo de atención. Así, los servicios profesionales serían más demandados para la realización de tareas de cuidado más complejas, es decir, aquellas que requieran de competencias o habilidades de las que carezca las personas cuidadoras no profesionales (por ejemplo, tareas que requieran fuerza física o aquellas relacionadas con formación sociosanitaria), mientras que el cuidado informal se centraría más en tareas de apoyo afectivo y de supervisión.
Los estudios empíricos realizados en el ámbito nacional sostienen que el sexo de la persona dependiente, la edad, el nivel de estudios, el lugar de residencia, el estado civil, los ingresos familiares, el nivel de dependencia y la carga de la persona cuidadora son los principales factores que influyen en la elección de un tipo de cuidado u otro son. Por ejemplo, las mujeres dependientes que no se encuentran casadas o en pareja, con un nivel de estudios medio-alto y residentes en municipios grandes (>10.000 habitantes), tienen mayor probabilidad de recibir cuidado formal en lugar de cuidado informal. Por el contrario, si la persona dependiente es varón, con una edad de 80 ó más años, casada o en pareja, con educación básica o primaria y con unos ingresos bajos, la frecuencia del cuidado familiar es más elevada en comparación con el cuidado profesional. Otro determinante que condiciona la complementariedad/sustitubilidad de los cuidados es el número de personas que resida en el hogar de la persona dependiente. Así, cuanto más adultos co-residentes haya en el hogar, mayor es la probabilidad de que la persona dependente reciba cuidados informales en lugar de cuidados formales, especialmente, si entre los co-residentes hay mujeres solteras. Finalmente, el número de horas de cuidado requerido y, por ende, la sobrecarga o exceso de demanda de cuidado también pueden condicionar la elección del tipo de cuidado. Es decir, a medida que la demanda del número de horas de cuidado informal aumenta (fundamentalmente causado por grados elevados de dependencia), la existencia de complementariedades entre cuidado formal e informal es más frecuente.
En el ámbito internacional, y teniendo en cuanta la elevada heterogeneidad entre países en la composición y estructura de los sistemas de cuidados de larga duración, parecen predominar aquellos trabajos que señalan que los cuidados profesionales y familiares son sustitutivos. No obstante, en la mayoría de los países de la OCDE se está avanzando hacia modelos de responsabilidad compartida en el cuidado de personas con autonomía limitada. Ello implica que no se considera adecuado que recaiga enteramente sobre las familias la obligación de cuidar directamente o de financiar los cuidados de estas personas, pero tampoco se pretende que el modelo de cuidados deba trasladar al Estado esta obligación en exclusiva. Si a ello unimos una segunda tendencia observada en algunos países europeos (iniciada en los nórdicos), donde se están reduciendo el número de plazas de residencia y se incrementa el esfuerzo en la dotación de servicios profesionales en el hogar, puede establecerse como hipótesis a contrastar en el futuro que ambos tipos de cuidado pueden evolucionar hacia una complementariedad mayor.
En el caso de España, las encuestas realizadas señalan que la opción residencial más deseada, en caso de necesitar cuidados es permanecer en el propio hogar. No obstante, el escaso desarrollo de los servicios de ayuda domiciliaria, en comparación con otros países, la menor penetración en los hogares de personas mayores de nuevas tecnologías de comunicación, avances en domótica, etc., y la elevada sobrecarga de las personas cuidadoras familiares, nos previenen de que para pasar de los deseos a la realidad aún es largo el camino a recorrer.
(*) Juan Oliva, Luz Mª Peña Longobardo y Raúl de Pozo Rubio son profesores del Departamento de Análisis Económico y Finanzas de la Universidad de Castilla La Mancha. Su actividad científica está centrada en la economía y gestión de la salud, con especial interés en el impacto económico de las enfermedades, el uso de la evaluación económica aplicada a la toma de decisiones Y el análisis de los cuidados de larga duración.
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