La mujer ante la vejez
Si bien las diferencias de género se han ido reduciendo en distintos campos, cuando tratamos el envejecimiento y todos sus asuntos colaterales, la brecha sigue siendo considerable. Pongámosle remedio.
La genética, el estilo de vida, la nutrición o el medio ambiente afectan directamente en nuestro envejecimiento, pero la tasa y la forma en que los hombres y las mujeres envejecen es sustancialmente dispar. Y no sólo eso, sino que ellas lo viven con más pesar y a su pesar. Aspecto éste que ya en 1972, Susan Sontag señalaba en ‘The double standard of aging’ cuando decía que existe un doble rasero con el que se mide el envejecimiento: “mientras los hombres maduran, las mujeres envejecen”.
Como habrás notado, las mujeres viven más que los hombres, y la razón principal, según la investigación, es que las mujeres tienden a dedicar más tiempo, energía y atención a crear y mantener relaciones (de calidad) con otras personas durante todo el ciclo vital. Pero siendo esto positivo, llegan en peores condiciones de salud y económicas, lo cual en muchos casos está relacionado. Así que, como vamos viendo, en el envejecimiento femenino, los riesgos son mayores. Las mujeres que sobreviven a los hombres (sus maridos, normalmente) de manera más significativa tienden a sufrir el conocido síndrome del cuidador, cuidados sin apenas reconocimiento que les hacen olvidar sus intereses y no tanto, sus supuestas obligaciones.
La depresión o las enfermedades crónicas, infradiagnosticadas en ocasiones, empeoran esta lamentable situación. Así como, por si esto fuera poco, la autopercepción que también condiciona nuestra vejez. Las percepciones negativas asociadas a la edad a menudo relacionadas con fragilidad y dependencia suponen un lastre más que incorporar a esa mochila con que a las mujeres les cargamos intencionadamente.
Por otra parte, cabe destacar que la baja autoestima que a menudo sufren, se ve afectada también por la ‘juventocracia’ o la primacía de lo joven asociado al éxito, la belleza, la productividad, la alegría o la riqueza y todo lo contrario en la vejez. Además de la cultura ‘anti-aging’ que la considera como una enfermedad que hay que ocultar y combatir o ridiculizar.
La salud es un todo, al cual debemos prestar atención siempre, considerando que el envejecimiento es un proceso natural, evolutivo si lo prefieres, porque nuestras necesidades y deseos cambian, también nuestro cuerpo. Ese templo que debemos considerar como nuestro bien más preciado, que se compone de materia y espíritu te pertenece para siempre.
Te preguntarás, ¿estoy a tiempo de cuidarme? ¿no es tarde? Claro que sí. Como dice el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena”. Todo se aprende, también a envejecer con calidad y sentido. Incluso a ver que, por ejemplo, la menopausia es un alivio para muchas y que, además, mejora el deseo y el placer sexual.
¿Más cosas positivas? Sí, la resiliencia también os hace más fuerte para conseguir una adaptación a esta nueva etapa como la ocasión ideal para seguir viviendo y disfrutando de todo lo bueno que esté por venir.
Ahora que sabes alguno pros y contras, encuentra tu camino, destruye los prejuicios y aprovecha toda la sabiduría y las experiencias que te han permitido llegar hasta donde estas hoy. Abraza tu edad, porque que como me decís a menudo: “qué maravilla llegar a un punto de la vida en el que ya no deseas parecerte a nadie sino a ti misma”.
¡Bienvenidas a la tercera y a la cuarta edad!
(*) Francisco Olavarría Ramos es Gerente del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia. Licenciado en Comunicación, gerontólogo social y activista por los derechos de las personas adultas mayores.
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