Satisfacción y aspectos positivos del cuidado informal
Dedicar más tiempo a un familiar con dependencia, sentirse útil y responsable del mismo, convertirse en una persona más comprensiva y paciente o aprender a desempeñar nuevas destrezas y habilidades son algunos de los aspectos positivos que pueden llegar a experimentar las personas cuidadoras de un familiar con dependencia.
En post anteriores se habló sobre los retos y problemas a los que se enfrentan las personas cuidadoras no profesionales (familiares) de personas dependientes, destacando fundamentalmente la falta de tiempo para sí misma y la dificultad de la conciliación familiar y laboral. Aunque estos problemas son los aspectos habitualmente más estudiados del cuidado informal, el cuidado prestado a un familiar no conlleva únicamente repercusiones negativas sobre la persona cuidadora, sino que también, en determinadas circunstancias, es compatible con una cierta satisfacción además de otros aspectos positivos. En ello nos vamos a centrar en la presente entrada.
En términos generales, los principales aspectos positivos que suelen experimentar las personas cuidadoras se pueden resumir en los siguientes. En primer lugar, el tiempo que pasan con su familiar es mayor, lo que hace que se sientan más cerca de esta persona. En segundo lugar, los cuidadores se sienten útiles ya que son responsables directos de una persona con dependencia, lo que hace aumentar la autoestima, experimentando un posible crecimiento personal de los mismos. Además, pueden aprender a ser personas más comprensivas y pacientes, y comunicar un mayor afecto al familiar dependiente. También, pueden desarrollar nuevas destrezas y habilidades que desconocían, además de poder realizar un proceso de conocimiento, aprendizaje.
Este listado de aspectos positivos puede constatarse con los resultados obtenidos en un estudio sobre cuidadores informales llevado a cabo en las provincias de Granada y Guipúzcoa, donde se muestra que casi el 80% de las personas que prestan cuidados familiares se encuentra satisfecha con la actividad desempeñada (más del 88% en el caso de los hombres cuidadores). Además, casi 9 de cada 10 reconoce sentirse más cerca de su familiar como consecuencia de los cuidados que presta (más del 95% en el caso de los hombres cuidadores), y el 85% reconoce disfrutar pasar más tiempo con su familiar (como consecuencia de los cuidados). Otro aspecto a reseñar es la cantidad de personas cuidadoras que sienten que su vida personal tiene un mayor sentido desde que prestan cuidados a su familiar: casi el 93% de los cuidadores lo reconocen (el 95% en el caso de tratarse de hombres cuidadores y el 91% en el caso de las mujeres cuidadoras).
Por su parte, los principales factores que están asociados a un mayor grado de satisfacción con el cuidado prestado son el lugar de residencia, la edad de la persona cuidadora (los mayores perciben una mayor satisfacción de las tareas prestadas), y fundamentalmente, el apoyo social recibido, ya que cuanto mayor es el apoyo del entorno social que reciben las personas cuidadoras, mayor es la satisfacción del cuidado percibida, especialmente entre los varones. Así, la percepción de que terceras personas e instituciones pueden proporcionar apoyo puede conducir a una situación de menos estrés, al brindar una solución al problema, reducir la importancia del problema o servir de distracción al problema percibido. Sin embargo, el efecto de este factor difiere bastante dependiendo si la persona cuidadora es varón o mujer, ya que los tipos de apoyos recibidos difieren bastante en función del género: mientras que las mujeres suelen buscar menos ayuda que los hombres y dependen más del apoyo de sus familiares que de los servicios de apoyo formal o de la ayuda remunerada, los hombres prefieren recibir ayuda económica, ayuda en el hogar y otras formas de ayuda instrumental.
Otro aspecto a destacar son las diferencias que pueden existir entre varones y mujeres cuidadoras sobre el sentido que da a su vida el hecho de cuidar a un ser querido. Varios estudios publicados en revistas científicas indican que, en general, las mujeres declaran un menor grado de satisfacción y reconocimiento en este sentido. Este hecho podría explicarse, porque en la mayoría de los casos en los que es un varón es la persona cuidadora, la persona cuidada es su pareja. Varios estudios demuestran que son precisamente los cuidadores conyugales los que suelen padecer más ansiedad por el cuidado continuo, pero también, los que se sienten más "cumplidos" y "aceptados positivamente" en su rol de cuidadores. Además, es importante señalar la existencia generalizada de los diferentes roles sociales entre hombres y mujeres cuidadores: las mujeres asumen un rol o esterotipo interiorizado y naturalizado (se asume que el hecho de cuidar a la persona que lo necesita “es lo normal”), mientras que para los varones la actividad de cuidar se asocia a una actividad “de mérito.
Con todo ello, estos resultados sugieren que las cargas derivadas de prestar cuidados a un familiar podría verse considerablemente reducidas, al mismo tiempo que la satisfacción de esta actividad podría verse incrementada si las personas cuidadoras contaran con recursos psicológicos y apoyo profesional en aquellas tareas que puedan causarle más estrés, bien por su falta de formación, bien por el esfuerzo físico o complejidad en el desempeño.
(*) Juan Oliva, Luz Mª Peña Longobardo y Raúl del Pozo Rubio son profesores del Departamento de Análisis Económico y Finanzas de la Universidad de Castilla La Mancha. Su actividad científica está centrada en la economía y gestión de la salud, con especial interés en el impacto económico de las enfermedades, el uso de la evaluación económica aplicada a la toma de decisiones Y el análisis de los cuidados de larga duración.
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