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Jubilación   20 Nov 2020

Aspectos a tener en cuenta a la hora de utilizar mis ahorros una vez jubilado: cada persona es diferente

Autor

Instituto BBVA de PENSIONES

La jubilación es una etapa importante de nuestra vida, a la que cada vez más las personas llegan con una mayor esperanza de vida, mejor salud y ganas de disfrutarla plenamente. Biológicamente “cada vez llegamos más jóvenes a nuestra jubilación”. Veamos cómo afrontar financieramente esta etapa.

Durante la misma nos enfrentamos a distintos cambios y retos, entre ellos los financieros, ya que nuestros ingresos normalmente se reducen como consecuencia de haber dejado de trabajar, siendo inferior la pensión pública que recibimos al salario que recibíamos previamente a la jubilación. Además, habitualmente dispondremos únicamente como fuentes de ingresos la pensión pública y el ahorro que hayamos generado hasta entonces, ya sea a través de productos financieros (fondos, planes de pensiones, cuentas corrientes) o no financieros (inmuebles).

Cada persona es distinta, no debe aplicarse el “café para todos”

No existe una fórmula mágica que pueda aplicarse a todos los jubilados para planificar el rescate del ahorro acumulado hasta la jubilación y las inversiones a realizar durante la misma. Hay tantas formas como tipos de persona y situaciones en las que se encuentran. Además del patrimonio disponible y del nivel de ingresos, se han de tener en cuenta factores objetivos como las circunstancias personales y familiares en que se encuentra cada individuo, además de otros factores subjetivos como su actitud personal hacía la toma de riesgos y otros factores psicológicos. Entre otros influyen los siguientes hechos:
  • La existencia o no de hijos u otros descendientes a los que se quiera dejar en herencia un patrimonio en el futuro o/y a los que se desee ayudar económicamente, como por ejemplo sufragando estudios, ayudando con proyectos profesionales o a su emancipación.
  • La edad de los hijos y su situación de emancipación o dependencia económica, así como si hay otros familiares a cargo a los que cuidar o por lo que se pague a terceros por su cuidado.
  • El estado de salud (física y psíquica) con el que llegamos a la jubilación y como va evolucionando durante la misma. Una salud robusta anima el espíritu y la actividad, el consumo y por ende un mayor gasto. Pero también un estado de salud delicado puede requerir cuidados de dependencia y sanitarios, residencias, y otros gastos extra por encima del nivel de protección que el Estado provee.
  • El grado de aversión personal al riesgo de cada individuo, ya de por si bajo por disponer de un horizonte de tiempo de vida estimado más corto que durante la etapa activa. Aquí se debe poner en la balanza cuán importante es la tranquilidad económica y la ausencia de sobresaltos sobre nuestros ahorros (que, aunque es mayor cuanto más mayores nos hacemos, es diferente entre personas de igual edad) y cuanto pesa optimizar las inversiones de acuerdo a mi horizonte temporal de vida estimado. Esa aversión personal al riesgo, además de por la edad, vendrá determinada por otros factores, como las experiencias pasadas vividas tanto a nivel financiero como de otra índole, nuestro carácter, nuestra educación, los principios y creencias inculcadas, la influencia tanto a nivel familiar como de nuestro entorno, incluso por nuestra propia herencia genética.

El gasto en las distintas etapas de la jubilación

En muchos paises el nivel de gastos a partir del retiro se suele representar con una curva en forma de “U”. Durante la primera etapa de jubilación, el gasto cae respecto a la etapa activa, no solo por los menores ingresos, sino una bajada o desaparición de muchos los gastos esenciales (educación de los hijos, ausencia de hipoteca-vivienda) y de los gastos discrecionales (vehículos, ocio, vida social, viajes) y porque algunos servicios son pagados o subvencionados parcialmente por el Estado. Pero sube a partir de una edad, en torno a los 80 años, por un mayor gasto en dependencia (ejemplo pagar residencia) y salud. En España esa “U” de gasto este aplanada parcialmente en su parte final por la intervención del Estado. No obstante, es adecuado planificar bien el nivel de gasto que tendremos cuando ya no nos podamos valor por nosotros o nuestra salud empiece a deteriorarse progresiva y significativamente, aunque finalmente no lleguemos a esa situación. Será conveniente respondernos a preguntas como ¿qué tipo de residencia querré y cuánto cuesta? ¿quiero y puedo pagar más por una mejor calidad de atención? ¿necesitaré un cuidador y cuanto me costará? ¿Será suficiente con mi pensión para pagar ese gasto o necesitaré recurrir a ahorros? Para planificar los posibles gastos  a asumir durante los últimos años de la jubilación o cuando se llega a ser dependiente por razón de edad, hay que tener en cuenta el nivel de financiación pública que  la normativa de dependencia establece y el hecho de que los beneficiarios de las prestaciones de dependencia participan en la financiación de las mismas, a través del copago,  dependiendo del tipo y coste del servicio recibido y de su capacidad económica personal. Lo que asume el beneficiario cubre de media el 24% del coste del sistema, pudiendo alcanzar el copago hasta un límite del 90% (*). Los niveles de financiación están en vías de ser reformados a corto plazo Por ejemplo, actualmente para calcular la participación económica del beneficiario en el coste del servicio de atención residencial se tiene en cuenta su capacidad económica a la que se le resta una cantidad mínima para gastos personales (19% del IPREM mensual: 537,84 X 19%= 102 euros), quedando exentos de copago quienes tengan un ingreso mensual inferior al IPREM vigente en cada momento . Otros posibles gastos a tener en cuenta serían los gastos de adaptación de la vivienda del dependiente (que no accede a prestación residencial) que de media podrían situarse en torno a 16.000-20.000 euros. En algunas CCAA se conceden ayudas.

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